Actor, locutor, escritor y lamentablemente filósofo.
Humorista de corazón, quién sabe si de talento, escribe también cuatro comedias de situación, finas e inteligentes.
En su necedad de humor, escribe dos libros y hasta los publica el muy inconsciente, a ambos los trata bien la crítica y mejor los lectores.
Como actor pareciera todo lo contrario… malo. Es decir, malvado, pues. Su presencia fuerte y voz grave (además de estar medio feo) no le han permitido hacer tanta comedia como desearía y lo contratan constantemente (por suerte sí, constantemente) como villano, empresario o político de dudosa reputación. Incluso en teatro los papeles que le asignan son de carácter y eso, es siempre un gran honor del que está orgulloso. Desde Cyrano, hasta Ahab o Petruccio y Pedro Páramo.
Treinta años de carrera sumamente afortunada y agradecida, quizá su epitafio dirá algún día: “Fui lo que soñé ser de niño”. Esperemos falte mucho para labrar dicho epitafio…