Cuando nos plantamos frente a la hoja en blanco y nos disponemos a escribir una carta, debemos cumplir unos mínimos en cuanto a calidad. No podemos arriesgarnos a escribir la carta de manera incorrecta, con faltas de ortografía, o con un lenguaje mal expresado. Tenemos que tener en cuenta que no se trata de una comunicación directa como la que puede haber entre dos personas al teléfono o cara a cara. Una carta después de ser enviada, no desaparece, va a permanecer y por ello no se puede rectificar tan fácilmente como una conversación.