En el siglo II a.C., los romanos emprendieron una serie de campañas para conquistar la península ibérica, ocupada por diversos pueblos celtas e íberos. En este contexto, emergió Viriato, un pastor lusitano, como un líder carismático y valiente que se opuso tenazmente a la expansión romana.

Viriato reunió a diversos grupos tribales, principalmente lusitanos, y lideró una resistencia efectiva contra las fuerzas romanas. Utilizando tácticas de guerrilla, su habilidad militar y su conocimiento del terreno, infligió numerosas derrotas a los ejércitos romanos, causando serias dificultades en sus campañas.

El ataque a la población lusitana indefensa ocurrió alrededor del año 149 a.C., y fue un episodio significativo en la lucha de Viriato contra los romanos. Durante una aparente tregua, Viriato se reunió con los generales romanos Servilio Cepión y Cayo Nigidio en Galva, bajo la promesa de paz. Sin embargo, en un acto de traición, los romanos atacaron y masacraron a los líderes lusitanos mientras dormían.

A pesar de la traición, Viriato logró escapar del ataque y continuó su resistencia contra Roma. Mantuvo su lucha durante varios años más, ganándose el respeto y la admiración tanto de sus seguidores como de sus enemigos por su valentía y liderazgo.

Finalmente, en el año 139 a.C., Viriato fue asesinado por traidores enviados por Roma, quienes lo emboscaron mientras dormía. Su muerte significó un golpe para la resistencia lusitana, aunque su legado como valiente líder guerrillero que desafió el poderío romano perduró en la memoria histórica de Hispania.