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Hay una sensación común entre las madres, esa que nos hace decir “hoy no me ha dado tiempo a hacer nada”.

Entre lactancia o biberones, dormirle, cambiar pañales, lavar la ropita que se ha ensuciado, cambiarnos por tercera vez porque nos ha manchado de leche, quitarle los gases, estimular sus sentidos y volver a dormirle… el día se va volando. Y las noches, no hablemos de las noches. 🤭

Y entre siesta y siesta intentamos HACER cosas, poner lavadoras, ordenar la casa, ducharnos, darle tiempo al hermano/a mayor, cocinar algo…

Muchos días ni siquiera hay un espacio para descansar o simplemente ducharnos.

Y son esos días, los que más pesan y los que traen el fantasma de “lo que deberíamos estar HACIENDO”.

Aprendimos que para ser válidas tenemos que ser productivas, que lo importante es la cantidad de cosas que hemos conseguido terminar en el día.

Pero el tiempo que pasamos con el bebé es lo más urgente e importante. Ese tiempo no vuelve.

Y aunque no se vea, el trabajo de sostener y acompañar el crecimiento es inmensamente valioso.

Con mi primera hija, hace 10 años, sufría por no poder hacer más, estaba con la mente puesta en cuando pudiera por fin ser productiva otra vez…

ahora, que sé que este tiempo es tan fugaz y que volveré a tener espacio para todo lo demás, elijo aprovechar los momentos tal y como se están viviendo.

Con sus pausas, con sus manchas, con sus bucles de teta, pañal, dormir.

Y cuando viene el pensamiento de “no he podido hacer nada”, elijo mirar con amabilidad todo lo que he SIDO el día de hoy.

Porque allí donde yo creo que no hago nada, mi bebé siente que SOY su refugio.

Así que sí, me recuerdo y te recuerdo que lo que hacemos es lo más importante.

Cuéntame si esta sensación también te ha acompañado en tu maternidad.
Te leo

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