La evolución de las ballenas es un ejemplo destacado de transición evolutiva de mamíferos terrestres a acuáticos. Se originaron hace aproximadamente 50 millones de años a partir de ungulados terrestres relacionados con los hipopótamos. El grupo ancestral, conocido como los Pakicetidae, eran animales semiacuáticos que vivían cerca de ríos y lagos, mostrando características adaptadas tanto a la tierra como al agua. Posteriormente, los Ambulocetidae desarrollaron una mayor capacidad para nadar, con extremidades intermedias entre las patas terrestres y las aletas.

Más tarde, los Protocetidae presentaron un cuerpo más aerodinámico y una locomoción predominantemente acuática. Los Basilosauridae y Dorudontidae marcaron la transición hacia la forma totalmente acuática, con cuerpos alargados y la pérdida de extremidades traseras funcionales. Finalmente, las ballenas modernas, divididas en misticetos (ballenas con barbas) y odontocetos (cetáceos dentados), adquirieron adaptaciones como ecolocalización, sistemas de alimentación especializados y cuerpos optimizados para la vida marina. Este proceso refleja una adaptación progresiva al medio acuático, con cambios en la anatomía, locomoción y alimentación.