El derecho de pernada, también conocido como "ius primae noctis" o "derecho de la primera noche", es una creencia popular que sostiene que, en la Edad Media, los señores feudales tenían el derecho de pasar la primera noche con las esposas de sus siervos o campesinos. Esta idea ha sido ampliamente difundida en la cultura popular, pero los historiadores consideran que es un mito sin evidencia histórica sólida.

Origen del mito
La idea del derecho de pernada proviene, en gran medida, de interpretaciones erróneas, exageraciones literarias y propagandas políticas. Algunas de las razones por las que este mito se ha perpetuado incluyen:
Exageraciones literarias: En el siglo XVIII, durante la Ilustración, escritores como Voltaire y otros usaron la idea del derecho de pernada para criticar los abusos del feudalismo y de la nobleza. Aunque no había evidencia histórica directa, la noción se ajustaba bien a la narrativa de los abusos y arbitrariedades cometidos por los señores feudales.

Propaganda política: Durante la Revolución Francesa, el mito fue utilizado para justificar la abolición del antiguo régimen y promover la lucha contra las injusticias del sistema feudal.

Confusión con otros derechos: En algunas ocasiones, el derecho de pernada se ha confundido con otros derechos feudales que, aunque sí existían, eran de naturaleza muy diferente. Por ejemplo, los señores podían exigir tributos o impuestos a sus vasallos cuando se casaban, pero esto no implicaba un derecho sexual sobre las esposas de los campesinos.

Falsos relatos medievales: A lo largo de la historia, han surgido relatos que hablan de la existencia de este derecho, pero muchos de ellos son interpretaciones erróneas o invenciones posteriores.

¿Por qué es un mito?
No existe evidencia documental o histórica que pruebe que el derecho de pernada haya sido una práctica legalmente establecida en la Europa medieval. Los historiadores han revisado registros legales, crónicas y otros documentos de la época, y no han encontrado pruebas concluyentes de que tal derecho existiera como una práctica institucionalizada.

Además, desde un punto de vista social y religioso, la sociedad medieval estaba fuertemente influenciada por la Iglesia, que condenaba el adulterio y promovía el matrimonio como un sacramento. Es poco probable que un derecho tan aberrante hubiera sido permitido o aceptado de manera generalizada en un contexto en el que la moral cristiana tenía tanta influencia.